Por- Luis Estrella
A diario podemos observar como personas que a través de los años han tenido una conducta caracterizada por la humildad y la sencillez, convertirse en seres arrogantes, petulantes, déspotas y hasta en tiranos, cuando escalan a una posición de poder político.
En torno a esto siempre ha existido una polémica, unos dicen que el poder corrompe y saca lo peor de cada persona, otros aducen que el poder simplemente permite que salga hacia el exterior la real esencia, tu verdadero yo o ego, que estaba dormido y que las circunstancias de la vida no te habían permitido proyectar.
Me inclino por la segunda opinión, los que entienden que el cargo solo fue un elemento que posibilitó que eso que llevabas por dentro saliera a flote. No había tal humildad, porque llevabas un rostro falso, una careta que exponía ante los demás para fingir lo que no eras, sólo esperando el momento para sacar las garras de la altanería y arrogancia, sacando un ego que nadie conocía, pero que es el amo te tu ser.
Cuando hablamos de poder, confundimos el término, al pensar que nos referimos a altos cargos políticos o posiciones económicas, ya que desde cualquier lugar, si es tu esencia la arrogancia, lo sacarás a flote. Por ejemplo un simple portero, secretaría, recepcionista, policía, seguridad, etc, disfrutan cuando imponen su poder en el área que controlan y sobre todo lo hacen notar: “Aquí mando yo”, suelen decir para dar muestra de su jefatura.
De ahí fue que surgió del refranero español, la famosa frase; “si quieres conocer a Fulanito dale un carguito” y que Balaguer con su sabiduría lo aplatanó con el; “si quieres conocer a Miguelito dale un carguito”. En realidad hasta que no empoderas a alguien jamás conocerás su real esencia y siempre tendrás una imagen distorsionada de esa personalidad.
Es como cuando pelas una cebolla, vas quitando capas y capas sin llegar al final, cada ves que quitas una aparece otra. Así es el ser humano que está lleno de capas o máscaras, vas quitando y conociendo, asombrándote y decepcionándote, porque creias que conocías, pero al final te das cuenta que eran rostros falsos y te decides a abandonar la busqueda. !Demasiadas máscaras!.
Claro, también hay personas que no tienen nada que las adorne, son como son, comenten errores como todos, pero jamás actúan con doblez, porque son auténticos y capaces de asumir las consecuencias de sus fallas si la cometen, dando la cara, levantándose y continuando su camino con honor y dignidad.
Esas personas que podrían ser la mayoría o no, eso es intangible, llegan a altas posiciones políticas y siguen siendo los mismos, llegan a elevados y selectos sectores económicos y siguen siendo los mismos. No cambian, porque su esencia, su interior, su sensibilidad humana , sus valores familiares se imponen, estando siempre alerta y atentos para que el ego no haga de las suyas, pasando a controlar su mente, para llevarlo fuera de la realidad y de sus verdaderos orígenes.
Soy de opinión que todos sin excepción debemos siempre realizar una revisión de nosotros mismos, de oír a todos, pero sobre todo a los adversarios, para de esa manera superar o ajustar cualquier conducta que te aleje del camino del bien. Es lo que los marxistas llaman; crítica y autocrítica, a veces es efectiva, inténtalo y verás que da resultado.
El ego en ocasiones nos hace creer que somos infalible y que siempre tenemos la razón, que no podemos equivocarnos y que todo lo sabemos. Aprendamos de mi filósofo favorito; Sócrates: “Solo sé que no sé nada”.
Cultivemos la humildad y actuemos con sencillez, aprendiendo cada día algo nuevo y entendiendo que la verdad no es absoluta, ya que depende del cristal por donde la mires.
POR ESO CONCLUYO DICIENDO; QUE EL PODER NO TRASFORMA AL SER HUMANO, SINO QUE SACA SU ESENCIA, SU VERDADERO YO, SU VERDADERO EGO.