Por- Luis Estrella
Hay ocasiones en la vida donde el ego te hace creer que estás conquistando, que estás obteniendo alguna victoria , que estás triunfando, aunque la realidad es todo lo contrario. Esto ocurre porque el ego no deja de interpretar las cosas de manera equivocada, es inexistente y la cosa más falsa que alguien pueda imaginarse.
El ego sólo puede existir en conflictos, por eso siempre busca el protagonismo, porque de lo contrario, si te mantiene tranquilo, en calma, fluyendo con la vida, convirtiéndote en un testigo de tu propia existencia, entonces el ego pierde su razón de ser. En ese caso la energía viene de adentro, del interior, del ser y no del exterior, de la ambición , el rencor, del odio, la envidia y las ansias de poder.
A veces estás tan confundido, tan contrariado, tan ansioso , que ni siquiera tienes la capacidad de observar con objetividad a los demás. Ahí es donde se cometen los grandes errores, porque ni siquiera sabes distinguir el bizcocho del estiércol, no sabes cuando las personas te aceptan y cuando te aborrecen. No tienes la más mínima idea, porque el ego te ha cegado y lanzado a vivir en un mundo que sólo existe en tu mente, en tu imaginación.
Así me lo han contado:
Hace unas cuantas décadas un Senador del Comité de Asuntos Internos de los Estados Unidos visitó una reserva India de Arizona, donde dio una conferencia llena de promesas acerca de cosas mejores, como actúan normalmente los vendedores de sueños, los demagogos y para quienes es normal ofrecer para saciar su gran y poderoso ego.
– Veremos -dijo el Senador- una nueva era de oportunidades para los indios. Ante la declaración los indios gritaron: -¡Hoya, hoya!.
Muy animado el Senador continuó:
– Os prometemos mejores escuelas y centros de formación profesional:
-¡ Hoya, hoya!- soltaron los indios.
Emocionado, con lágrimas en los ojos, el Senador acabó »
– Llegamos ante vosotros como iguales, como hermanos, confiad en vosotros.
El aire retumbó con un último y potente:
— ¡HOYA!.
Muy complacido por el recibimiento el Senador inició una visita a la reserva.
– Dijo el Senador » Me he fijado que tienen ustedes ganado de muy buena casta». ¿ Puedo echarle un vistazo»?
Desde luego, venga por aquí — dijo el jefe indio–, pero tenga cuidado y no pise la HOYA.
Este cuento nos dice una sola cosa: Que el ego es una mala interpretación de la vida y de las cosas. Hay circunstancias en que el ego distorcióna la realidad a un nivel tal, que nos llegamos a creer que nos están elogiando, cuando en realidad lo que nos dicen es, » Lo que estás diciendo es pura: ¡HOYA!