“Si las mujeres supieran qué bonitas se ven en vestidos… mire usted que elegante se ve”, fue un sutil halago de un señor que pasaba de unos 65 años, y que recibí con agrado mientras estaba en el supermercado comprando algunas cosas que necesitaba, porque lo hizo con mucho respeto y de manera muy sana.
Íbamos en el mismo pasillo, creo que era el de los cereales. Intercambiamos opinión sobre la manera de vestir de la mujer dominicana y le decía: ¡cómo amo los vestidos! por cómodos y porque entiendo que son una pieza que nos hace destilar nuestra esencia: la de ser mujer… la de ser una dama.
Incluso, estuvimos de acuerdo en que hasta la manera de caminar de una fémina no es la misma al llevar pantalones y zapatos bajitos. Le comentaba que cuando llevamos vestido o falda, acompañados de unos hermosos tacones… no tiene precio la hermosa imagen de ser mujer que proyectamos.
Fue una plática agradable a partir de un halago sutil y con respeto, contrario al “piropo” de otro día en ese mismo establecimiento al que suelo ir a surtirme de lo necesario para mi despensa. Esta vez fue un hombre que no pasaba de 40 años que en el aparcamiento del supermercado me gritó: “Buen provecho”. No le respondí porque percibí la lujuria y la mala intención… y el hecho de que lo ignorara le molestó.
Escuché cuando dijo: “Por eso es que ya uno no le dice nada a estas odiosas que privan en vaina…”. No me contuve. Volteé hacia donde él, a quien le acompañaba otro hombre y le dije: “Acaso me ve comiendo algo para que me diga ´buen provecho´, aprenda a diferenciar las palabras y las oraciones a utilizar en el contexto cuando se vaya a dirigir a alguien”… y seguí mi camino.
El agente de seguridad del supermercado me vio molesta y me dijo: “No hagas caso… que no dañe tu hermoso día”.
He querido compartir estos dos momentos ocurridos en un mismo lugar y con dos personas distintas, para que podamos apreciar que no todos los piropos pueden aceptarse de la misma manera, sobre todo cuando te lo dirigen con una intención de lujuria y poco tacto que deriva en agresión. Ese “buen provecho”, venía acompañado de una mirada lujuriosa que invadía y hacía sentir incómoda a cualquier mujer que se respete.
No es que a las mujeres nos moleste que nos digan cosas bonitas, al contrario, las acogemos con beneplácito cuando vienen con respeto y decoro, como fue el primer caso. Valoramos el gesto cuando vienen sin la intención de agredir sexualmente, porque sepa usted, que aunque no haya siquiera un roce, se puede cometer abuso sin tocar, y ese es el caso de las groseras y vulgares frases que hemos tenido que aguantar las mujeres por muchas situaciones centradas en la educación, cultura y principios.
Créanle a una mujer cuando les diga que han tenido que cruzar a la otra acera para no enfrentarse a las miradas y palabras ofensivas de un grupo de hombres parados en alguna esquina, que creen que “se la están comiendo” cuando vociferan frases y refranes que solo agreden la vergüenza de la mujer y a ellos los hunde en lo más bajo y vulgar.
Anhelamos que nuestra sociedad cambie en este y otros aspectos, pero eso solo se logra con educación de calidad, fomentando la lectura y la cultura… sumado a principios y valores que se fomentan en primer orden en casa, y trabajando duro para que poco a poco, nuestros hombres y mujeres puedan coexistir en base al respeto mutuo sin distinción… sin que el uno ni el otro se crea dueño y amo de la verdad.
Los extremos del machismo y el feminismo han influido demasiado en este comportamiento, tanto así que lleva a hombres y mujeres a una guerra y un pulseo que daña relaciones, porque… no es que queramos proyectar que somos superiores o mejores, es que el mundo de hoy nos ha dicho que tenemos derecho a ser respetadas y a respetar, y esto debe aplicar en ambos casos, sea hombre o mujer.
Cuando un “piropo” deriva en invadir la privacidad con irrespeto y con un lenguaje cargado de morbo agrede… y no solo es un abuso, es un doloroso reflejo de que la sociedad dominicana debe ir cambiando por el bien del hombre mismo y de todo su entorno.